28 ene 2015

Fallece María Guerra, la alfarera más antigua de Canarias



IẒUṚAN. Fallece María Guerra Alonso, que con sus 90 años era la alfarera o locera más antigua de Canarias. Nacida y criada en la localidad de La Atalaya de Santa Brígida (Tasaute), considerado el mayor centro alfarero del Archipiélago, era una referencia de mujer trabajadora y de artesana del barro, heredera de una tradición milenaria.  En 2012 fue galardonada por el Cabildo de Gran Canaria con el Roque Nublo de plata en reconocimiento a una vida dedicada a mantener una tradición ancestral. Lamentablemente el consistorio municipal no llegó a nombrarla “Hija predilecta de Santa Brígida” a pesar de las propuestas al respecto. 
La elaboración de la loza con barro es un oficio profundamente arraigado en la cultura canaria, hasta el punto de que en dicho menester los indígenas de la isla alcanzaron una gran maestría. Todo parece indicar que a pesar de los cambios de estilos y usos de gran parte de la producción alfarera, el oficio tiene una raigambre nativa. La elaboración de las piezas sin tornos sino a mano, la dedicación casi exclusiva de la mujer a este oficio, y el estar situado en los estratos más bajos de la sociedad colonial, son algunos de los indicativos que señalan a una evidente raíz amazigh.


De hecho, según la bisabuela de María, eran más de 20 generaciones dedicadas al barro. Heredera de una tradición ancestral en un pago troglodita con profunda raigambre alfarera, una importante pérdida. Por suerte, su memoria, la del célebre alfarero Panchito, así como el de todas esas mujeres de la localidad que siglo tras siglo mantuvieron viva esta tradición, seguirá viva gracias al proyecto del Centro Locero de La Atalaya. Esperamos que la tradición milenaria de la alfarería canaria nunca muera en La Atalaya de Santa Brígida.


En su recuerdo les dejamos con la última entrevista realizada a María Guerra por Cristóbal D. Peñate y publicada en La Provincia en 2012.



¿Toda su familia era de tradición alfarera?

- Sí, eso lo viví desde niña. La mitad del tiempo estábamos en el horno, donde guisábamos el barro y hacíamos la loza. Traíamos la leña de Bandama.

- ¿El oficio lo aprendió de niña?


- Claro. Allí trabajaba mi abuela y la mayoría éramos mujeres de la familia que aprendimos de ella. Yo siempre me ponía alrededor de las mujeres que venían a trabajar. Como era chica me daban un poquito de barro y me decían lo que tenía que hacer. Me gustaba hacer cosas con el barro.

- ¿Ha estado siempre en este oficio?

- Sí, con mi abuela y mi madre. A una hermana mía también le gustaba la alfarería y se dedicaba a eso.

- ¿Ha podido traspasar la tradición del barro a sus hijos?

- Qué va. Ellos se dedican a otra cosa porque esto muy sacrificado y los tiempos de ahora son distintos a los que yo viví. Antes había más necesidad.

- ¿Usted has podido vivir bien como alfarera?

- No, no. Nosotros pasamos muchas penalidades. Íbamos a vender todas las semanas a la plaza de San Gregorio en Telde y para llegar allí teníamos que cruzar andando el barranco. Íbamos caminando cargando todos los utensilios en una cesta. A veces vendíamos y otras cambiábamos cosas a base de trueques. La mercancía que no vendíamos la dejábamos en Telde.

- ¿La familia iba tirando con ese negocio?

- No nos quedaba otro remedio. Teníamos que adaptarnos a lo que teníamos. No había alternativa. ¿Dónde íbamos a trabajar entonces? En aquella época no había trabajo ni nada. Todos en la familia nos dedicábamos a eso, aunque mi marido, como era de Telde no sabía mucho porque allí no había la tradición de La Atalaya. Se dedicaba a guisar.

- La Atalaya es el centro locero más importante de la isla.

- Sí, sí, aquí estaba el centro más importante. Es que aquí hay muy buena tierra y muy buen barro para hacer la loza.


- Este es un oficio mayoritariamente femenino.
- Más bien sí. Los hombres se dedicaban a buscar el barro y la leña, pero las mujeres eran realmente las artesanas que guisaban. Estábamos todo el día dedicadas a este trabajo.

- Cada vez hay menos alfareras.

- Es que es un trabajo duro y sacrificado, muy sucio porque estás todo el día con el barro en la manos y eso no gusta a la gente nueva. Pero es una cosa buena, un buen oficio.

- Ustedes trabajaban en sus casas.

- Sí, en las cuevas que teníamos en casa. Luego íbamos con una cesta caminando a Telde. En mitad del trayecto, estando embarazada de mi tercera hija, rompí aguas y parí allí mismo en el camino. Iba cargada y di a luz en la misma carretera de El Palmital.

- Su vida fue trabajar el barro y traer hijos al mundo.

- Es que no había tiempo para otra cosa.

- ¿Los crió bien a todos?

- Sí, gracias a Dios. Mis hijos nunca se quedaron sin comer. Desde chicos estuvieron alrededor del barro; ninguno siguió la tradición, aunque han hecho sus pinitos y conocen el oficio porque lo mamaron en casa.

- ¿Se jubiló de la alfarería?


- Sí, hace un par de años que ya no me dedico a esto. A los 85 cerré el quiosco. Ahora vivo del cuento, ja, ja.

- ¿Peligra esta tradición?



- Sí, sí, peligra. A la gente joven no le gusta ensuciarse con el barro. Ya no quedan viejos en esto y no hay apenas jóvenes que se dediquen a esto. La juventud no está por seguir la tradición de trabajar la loza. Ya la gente no quiere trabajar.

- ¿Trabajaba todo el día?

- Sí, desde que salía el sol hasta que se ponía. En esas cuevas no había luz y solo se podía trabajar de día.

- ¿Buscaban la leña?

- Sí, teníamos que buscarla para poder guisar el barro. Íbamos caminando a Bandama. La leña era de las parras y los limoneros, sobre todo. Algunos nos cobraban pero otros nos daban gratis la leña. Muchos eran agarradillos.

- ¿Qué loza hacía?

- Hacía muchos bernegales, macetas, platos, calderos, cucharones... La gente se llevaba cosas, pero ahora es más complicado. Mis hijas me han salido muy finas y no le gusta ensuciarse las manos. Yo ya estoy vieja para buscar la leña y guisar el barro.

- ¿Qué le pide al político?


- Que se ocupe más de este oficio y que apoye la alfarería. Ya ni aparecen por aquí. Antes sí venían por el taller y el museo, pero ya nada.


- ¿Ha tenido alguna vez problemas de salud?

- Nunca, nunca. Algún catarro me he cogido y poco más.


Foto: Mercedes Sanchez Prada

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