26 jun 2010

Lounes Matoub, un referente de la lucha amazigh argelina


Repaso bibliográfico de un artista amazigh de Argelia que se ha convertido en un icono de la lucha bereber continental por sus derechos culturales y políticos. Asesinado por islamistas argelinos en 1998, Matoub pagó con su vida el compromiso por su identidad y la democracia a través de las letras de sus temas musicales. 




Lwennas Meɛṭub (1956-1998) escrito a menudo como Matoub Lounès en francés, era un cantautor argelino de la región berberófona de Cabilia (Argelia), que dedicó su vida a la defensa de la causa amazighSu música mezcla el chabi oriental –género musical de origen árabe y andalusí relacionado con el flamenco- con letras en lengua tamazight que abordaban diversos temas como la causa amazigh, la democracia, la libertad, la religión, el amor, el exilio, la memoria, la historia, la paz y los derechos humanos. A pesar de la prohibición de radio y de la televisión argelina, Matub se convirtió, cantante extremadamente popular en Cabilia. En el movimiento bereber norteafricano muchos lo veneran como un héroe y mártir por la Argelia amazigh y sus valores laicos y democráticos. Sin embargo, otros en el mundo árabe y religioso más conservador lo consideran un blasfemo por sus letras. Por su defensa de los derechos culturales amazighes se hizo ganar la hostilidad del poder que ha defendido desde la independencia de Argelia una política de arabos-islamización forzada. Su asesinato, en las circunstancias que sigue siendo confusas, provocó una revuelta violenta en Cabilia. Aunque atribuido a los islamistas del Grupo Islámico Armado, su familia siempre ha acusado al Estado argelino de haberlo asesinado. 

BIOGRAFÍA


Lunes Matub nació el 24 de enero de 1956 en la aldea de Taurirt Mussa en el interior de la Cabilia. En 1968 el gobierno del argelino introdujo una política de arabización en el sistema educativo. Matoub reaccionó faltando a la escuela; "Mi rechazo era voluntario y útil". No se identificaba con el sistema educativo argelino pues su currículum escolar lo privaba de su identidad. Lounes, desde su infancia, se preguntaba por qué hablaba la tamazight en su casa y en la escuela estudiaba el árabe. La generación precedente estudiaba el francés; entonces, ¿quiénes somos? se decía Lunes. Es así que rechaza el colonialismo cultural y se vuelve autodidacta. 

Antes de 1975 había abandonado la enseñanza convencional, emigrando a Francia en busca de trabajo. Durante las revueltas amazighes en octubre de 1988, Matoub fue abatido cinco veces por un policía. Estuvo hospitalizado por dos años, requiriendo 17 operaciones incluyendo la inserción de un sacro artificial y la contracción de su pierna. Su álbum 1989 L'Ironie du sort describe su larga hospitalización. Durante la guerra civil argelina, que comenzó en 1992 entre el Gobierno y los islamistas, el Grupo Islámico Armado inscribió su nombre en una lista de artistas y de intelectuales que fueron su objetivo. Matoub permanecía en Argelia. En 1994 lo secuestraron durante dos semanas en un campamento de la montaña de GIA y fue condenado a muerte. Pero lo liberaron después de una demostración pública en la cual sus seguidores amazighes amenazaron “guerra total” contra los islamistas. El mismo año publicó su autobiografía titulada Rebelle (París: Stock, 1995). 




Asesinato y sus consecuencias

En 25 de junio de 1998 el coche de Matub fue parado en una barricada mientras que él conducía a lo largo de un camino montañoso en Argelia del este. El coche fue atacado por los pistoleros encapuchados, asesinando a Matub e hiriendo a sus otros tres pasajeros. En unas horas, las noticias del asesinato de Matoub se habían difundido a través de toda la Cabilia y de millares de manifestantes enfurecidos reunidos en el hospital. La multitud gritaba “Pouvoir, assassins” (“Gobierno, asesinos” en francés). Una semana de revueltas violentas siguió su muerte. Alrededor de 10.000 personas acudieron a su entierro delante de su casa en su aldea nativa. El asesinato de Matoub ocurrió una semana antes de que una ley declarar la lengua árabe como la única válida para la vida pública. 

Matub había sido muy crítico abiertamente con de esta ley. El GIA se declaró autor de su asesinato. Su familia ha creado una fundación en su nombre para promover su memoria, para lanzar la luz en las circunstancias de su asesinato y para promover los valores que él defendió. Dos calles en Francia se han nombrado después de Matoub, de uno en Grenoble y de uno en Lyon. 

 Su visión política Durante su vida luchó a favor del federalismo, laicismo, democracia, la libertad de expresión. Y por supuesto por el reconocimiento de la tamazight como lengua nacional y oficial, y la descentralización de la educación. Fue miembro del RCD, partido político laico y amazighista, aunque ya había dejado de serlo en el momento de su muerte. Si se impone la religión, el dijo que “nunca aceptaré algo que se me impone. Soy un rebelde, por lo tanto no soy un musulmán”. 

Extracto de su libro "REBELLE" publicado en 1995 por la editorial francesa Stock:





Mis únicos buenos recuerdos del colegio son de los profesores de aquella época. Eran franceses y conocidos por el nombre de Padres Blancos, sin duda porque siempre estaban vestidos de blanco. Eran religiosos, misioneros católicos, pero su enseñanza era laica. El programa era el de la República (Francesa), el que por entonces se daba en los colegios franceses. Evidentemente, nos hablaban de la historia de Francia -Vercingetórix, la Galia-, pero también de las conquistas relacionadas con nuestra propia historia. Los Padres Blancos nos hacían leer libros. En uno de ellos se hablaba de Yugurta, encadenado y conducido a Roma a la fuerza. 

Yugurta era nuestra historia, la de nuestro pueblo, que nos contábamos por la noche durante horas al amor de la lumbre. Era nuestra mitología, conocíamos sus aventuras de memoria. Yugurta era ese rey bereber que osó desafiar la autoridad y la opresión de Roma. Durante varios años combatió heroicamente antes de ser traicionado por Bocus, su suegro. Entonces fue capturado por los romanos. En el libro que contaba esta historia de valentía y rebeldía había muchos dibujos y grabados. Recuerdo perfectamente en uno de ellos una ilustración de Yugurta encadenado en su jaula. Ese dibujo supuso para mí una especie de revelación. 

¿Por qué este rey bereber, del que descendemos, pudo ser humillado de ese modo? En ese momento sentí una profunda sensación de injusticia, una herida casi personal. Esas emociones, esos interrogantes se los debo, hay que recalcarlo, a los Padres Blancos. Hoy estoy convencido de que desempeñaron un papel activo en la toma de conciencia de mi identidad. No sólo la mía, sino también la de muchos niños de mi generación, aquellos que tuvieron la posibilidad de recibir su enseñanza. Sin duda, gracias a ellos tomé conciencia de la profundidad de mis raíces cabilias (bereberes del norte de Argelia). A su manera, contribuyeron al rechazo de toda nuestra sociedad a la amnesia. 

Sin duda a causa de ello, en numerosas ocasiones el poder argelino ha intentado vincular la cuestión bereber a la presencia de los Padres Blancos. A menudo se ha afirmado que "el bereber es una creación del colonialismo". Es falso históricamente y muy injusto hacia esos religiosos que jamás intentaron imponernos el más mínimo adoctrinamiento. Nos hablaban de valores morales, teníamos clases de educación cívica, pero nunca religiosa. Su enseñanza me abrió el espíritu profundamente, no lo extravió o anexionó. Tampoco hay que olvidar que fueron ellos, los Padres Blancos y las Hermanas Blancas, quienes nos permitieron preservar una parte de nuestra memoria. Tras la independencia, algunos se quedaron en la Cabilia.

 La identidad bereber siguió siendo negada por el poder argelino. Todo aquello que podía representar lo bereber era sospechoso. Nuestra tradición, nuestra cultura, consideradas subversivas, eran fundamentalmente orales y no se hacía nada por garantizar su transmisión y su supervivencia. Fueron los Padres Blancos quienes permitieron las primeras publicaciones de diccionarios. La sociedad cabilioa en su conjunto les debe mucho. 

Creíamos que las atrocidades de la guerra se habían acabado con la independencia. Por desgracia, no fue así. Un año después, la violencia se reanudó en la Cabilia. A partir de 1963, los oficiales de la Wilaya 3 se opusieron a Ben Bella, por aquel entonces jefe de Estado. Los enfrentamientos fueron muy duros. Algunos pueblos sufrieron entonces más brutalidades que durante la guerra de liberación. Hubo más de cuatrocientos muertos en la Cabilia. Todo terminó muy mal. Los maquis depusieron las armas en unas condiciones turbias. Los muertos fueron un tanto olvidados, pero esa forma de rendirse, tan poco conforme a nuestras tradiciones guerreras, traumatizó a los cabilios durante mucho tiempo. 

Después de eso, resultaba muy difícil pronunciar una palabra en bereber en un autobús de la capital. Éramos sistemáticamente sospechosos y nuestra lengua estaba prohibida. Hubo que esperar a la generación de la independencia para rehabilitar a la Cabilia, sobre todo mediante la lucha por la identidad que seguimos llevando a cabo. Para mí, como para muchos cabilios, el episodio de 1963-1964 sigue siendo un desgarro que desencadenó en nosotros un verdadero rechazo de todo lo que era árabe. Sufrir una ejecución moral es seguramente tan duro como sufrir atrocidades físicas. Así es al menos como vimos las cosas. 

A partir de 1963, puedo decir que mi despertar respecto a la identidad fue en aumento. Los cabilios eran considerados como inexistentes y la injusticia de esa negación me indignaba. Así es como vi y viví esos acontecimientos de mi infancia. A partir de ese momento, todo se aceleró. Empecé a mostrar abiertamente mi rechazo del árabe, prefiriendo el francés que aprendí en la escuela. El bereber, nuestra lengua materna, estaba prohibido. Necesitábamos una lengua que lo sustituyese.


Foto: Jeune Afrique

Nunca sentí el árabe como mi lengua. Y como querían imponérmela, lo rechacé de inmediato. Fui criado en las montañas de la Cabilia, el cabilio siempre ha sido mi lengua habitual y el francés un instrumento de trabajo. De repente, quisieron quitarnos algo que había sido esencial en nuestra cultura. Teníamos que renegar del bereber y rechazar el francés. Dije no. Hice novillos en todas las clases de árabe. Cada clase a la que faltaba era una acción de resistencia, un trozo de libertad conquistado. Mi rechazo era voluntario y asumido. Esa lengua nunca quiso entrar dentro de mí. Hasta hoy, no sé nada o casi nada de árabe. Sé escribir mi apellido y mi nombre, eso es todo. Sería incapaz de escribir mi fecha de nacimiento. ¿Supone una desventaja para mí en mi país? No. 

Por otro lado, asumo totalmente este rechazo. Para nosotros no había solución, salvo el francés. Y cuando, durante mis años de instituto, la arabización nos fue impuesta por Bumedián, nos sentimos heridos. Hoy, con la perspectiva que da el tiempo, afirmo que esta arabización forzada me rompió intelectualmente. No sólo a mí, sino a muchos estudiantes de instituto de mi edad. Esa decisión autoritaria de 1968 del ministro de Educación, Ahmed Taled, fue uno de los mayores errores de Bumedián. 

Considero, aun a riesgo de chocar contra más de uno, que el descenso a los infiernos de Argelia empezó en aquel momento. Hoy cosechamos lo que empezó a sembrarse en 1968. Mi generación, la de la posguerra, se anunciaba prometedora. Esta arabización quebró nuestro ímpetu. Hoy tenemos el resultado: el FIS. El Frente Islámico de Salvación nació de allí, se desarrolló en la escuela con plena legalidad. Le extendieron una alfombra roja. ¿Por qué no habría de aprovecharse?

El hecho de imponer el árabe correspondía a una voluntad política evidente de aplastamiento y negación, pero tenía también como objetivo borrar la doble herencia histórica que representaban el bereber y el francés. La escuela francófona produjo en Argelia una élite intelectual y, sin duda, fue esa élite a la que quisieron silenciar. El francés supuso una oportunidad para mí. Me abrió el espíritu, me aportó un saber, cierto rigor intelectual. Conocí a autores y textos fabulosos que nunca habría descubierto si no hubiese tenido acceso a la lengua francesa: Descartes, Zola, Hugo, el teatro de Racine o la poesía de Baudelaire. Ese aprendizaje fue beneficioso, constructivo. Tengo la sensación de poseer algo importante y precioso. El árabe, lamento decirlo, no ha producido una élite digna de este nombre en Argelia. Ha reprimido, ahogado y engendrado lo que se puede ver hoy: una sociedad que no sabe adónde va, que pierde su identidad.

El bereber, mi idioma, está prohibido. Esta lengua tan bella en la que aprendí a hablar, que utilizo en mis textos, que me permite realizar mi profesión de cantante, sigue siendo indeseable en Argelia, donde no es reconocida. No se enseña. Una paradoja: para el Ministerio de Educación Nacional, no existe, aunque la hablamos varios millones. Así pues, cada vez que hablo en mi idioma es como un acto de resistencia. Existimos gracias a nuestra lengua. Esta lengua transmitida por mi madre es mi alma. Gracias a ella me he hecho a mí mismo, he soñado escuchando canciones o cuentos.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hi!!I only i wanted to tell that i'm so happy with all this fantastic history of amazigh because i'm 100%amazigh and only i wish that we'll work very hard to get our own culture.
AMAZIGH!!

Alfredo dijo...

Hola, muchas gracias por compartir esta información. Soy argentino y conocí a Lounés gracias a unos argelinos en París. Desde entonces, lo escucho frecuentemente. Pero mi pesar es no encontrar sus letras traducidas al español, así como documentales acerca de su vida y obra. ¿Sabés acaso dónde puedo encontrar su autobiografía en español? Mi correo es alforismo@gmail.com y agradecería enormemente alguna pista para acceder a este material (demás soy docente y me interesa acercarle este tipo de personalidades y cultura a mis estudiantes). Muchas gracias nuevamente. Un abrazo. Alfredo