25 jun 2013

Los orígenes del baño de las cabras

Obra: Mohaded Osman

MANUEL J. LORENZO PERERA. Fue la de San Juan, hasta mediados del siglo XX, la fiesta más celebrada en Canarias, disfrutándose en la mayor parte de las poblaciones grandes, medianas o pequeñas, contaran o no con estatua o iglesia bajo la advocación del Bautista, lo que solía acaecer en contadísimas ocasiones, denotando con ello su carácter de fiesta popular y profana.


Se desarrollaba durante la víspera y la onomástica del Santo, 23 y 24 de junio respectivamente, pletórica en animación variedad y plena participación de la comunidad, mediante la práctica de actividades muy diversas, asignadas, según sus particularidades a los diferentes sexos y edades.

La fiesta de San Juan hunde sus raíces en tiempos muy remotos que en el Archipiélago Canario tienen por referente a la fiesta del Sol, del solsticio de verano o de comienzo del año que ya conmemoraban sus primitivos habitantes: los guanches. A finales de junio en época guanche y durante mucho tiempo todo estaba preparado para que la vida prosiguiera: el estado de la mar o de la floración del drago indicaban de qué modo iba a presentarse el nuevo año, siendo el momento indicado para soltar a los machos con las cabras y estaba el grano recogido; es decir, todo se encontraba dispuesto para que la vida prosiguiera y se renovara.


El baño de las cabras en el mar

El popular folclorista Chucho Dorta fue el artífice de la recuperación de la tradición a comienzos de los 80 ya que había caído en desuso diez años atrás.

Se trata de una de las tradiciones sanjuaneras más interesantes y curiosas. Ha pervivido hasta la actualidad en el Puerto de la Cruz (Tenerife) aunque también se recuerda en otros enclaves del norte de Tenerife. El baño de las cabras en el mar aparece recogido en el libro titulado “La fiesta de San Juan en el Puerto de la Cruz”, publicado en 1987 y editado de nuevo el año 2002.

Tenía lugar antes de salir el sol, momento también elegido para desarrollar otras prácticas: baño de las personas en el mar, salpicar las casas y todas sus dependencias con el agua “bendita” recogida al atardecer del día de la víspera, curar la hernia a los niños en la mimbrera o en el drago…

Hasta el bañadero ubicado en el viejo muelle pesquero del Puerto de la Cruz se dirigían los cabreros de la localidad, miembros de la raza o gran familia de “Los Abejones” y otros oriundos de diversas localidades del Valle de la Orotava, quienes descendían, incluso desde la parte alta a través de alguno de los caminos verticales que lo recorren: el de Chasna, el de la Cruz Santa…

Al terminar de bañarlas y mientras los animales se secaban, sus dueños hacían acto de presencia en algunos de los cafetines o bares próximos, al objeto de cambiar impresiones, tomar unas copas, aprovechándose la ocasión para entablar algún negocio (adquisición de reses, de algún perro…). Mientras los muchachos de la localidad acostumbraban a “fajarse” con los niños de los cabreros, situación que concluía al rato, cuando se les reclamaba para que fueran alcanzando las cabras al objeto de ordeñarlas, a fin de vender la leche, lo que acaecía en el muelle o por las calles próximas.



El baño de las cabras en el mar cumplía también, ese otro cometido: aproximar, relacionara la gente de la mar con la gente del campo, mundos mucho menos distantes que en la actualidad. Ahora bien, la razón principal del ritual del baño de las cabras era otro.

El motivo del baño de las cabras en el mar


Por tradición heredada de sus padres. Esa fue la respuesta que nos proporcionaron algunos de los viejos pastores del Valle de la Orotava a los que entrevistamos, entre ellos a Adrián Morales.

Encontrándonos en 1974 en Teno Alto (Buenavista del Norte), le preguntamos a Don Modesto Martín Dorta, quien contaba con 92 años de edad, por la explicación del baño de las cabras del día de San Juan, y nos refirió lo siguiente: “para que se revolcasen y entrasen en celo” a fin de que quedaran preñadas, factor que en las comunidades pastoriles como ha sido Teno Alto supone poder seguir contando con nuevos animales de quienes dependerán en el futuro.

La víspera de san Juan, al anochecer, se prendían las hogueras y, en torno a ellas, se tocaban los bucios, instrumento musical que en Canarias se ha utilizado, entre otros muchos fines, para llamar la atención de alguien, en este caso de los promotores de la transmisión vital. Hogueras que se formaban en lugares altos, de amplia resonancia y visibilidad hasta el punto que la de Los Carrizales, pueblito próximo a Teno Alto, se encendían toda vez que contemplaban de qué modo empezaban a arder las de la isla de La Gomera. Y al día siguiente, 24 de junio: “se soltaban” o “se ponían a padriar” a los machos al objeto de que las crías no nacieran a destiempo: “antes los soltábamos del 24 de San Juan parriba”; de esa manera, unos cinco meses más tarde, las cabras y sus recentales, después de las primeras lluvias, encontraban suficiente alimento y pastizal.




Manuel J. Lorenzo Perera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Habría que volver a organizar todas estas fiestas en el verdadero día en que se celebraban, que era el 21 de junio, día del solsticio de verano. La iglesia católica cambió las celebraciones solo dos días, para hacerlas coincidir con las de San Juan. Son "solo" dos días, pero que pesan como una losa al cuello.
Celebremos el solsticio en el solsticio!