23 feb 2025

Los guanches del siglo XIX según Berthelot

Cuevas de Chinguaro, Güimar, Tenerife, primeras décadas del siglo XIX. Ilustración en la obra de S. Berthelot.
 

IZURAN. Sabin Berthelot (1764-1880) fue un naturalista y etnólogo francés que residió en Canarias buena parte de su vida. Visitó el país desde 1820 y se instala como profesor en Tenerife, estudiando junto a Philip Barker Webb y Alfred Moquin-Tandon la naturaleza e historia del archipiélago. En 1835 publican el primer volumen de la Histoire naturelle des Îles Canaries, ocupándose Berthelot de la parte etnográfica. En 1846 regresa a Tenerife y en 1848 es nombrado agente consular francés de la isla y en 1867 consul, jubilándose en 1874 decide permanecer en Santa Cruz de Tenerife hasta su fallecimiento en 1880. 

De este gran trabajo hemos extraído este texto que reflexiona y describe algunas de las costumbres de los isleños de las primeras décadas del siglo XIX heredadas de los guanches siendo Berthelot consciente de que eran sus descendientes. 

La importancia de esta descripción radica en que este tipo de costumbres y prácticas populares como las palabras, los apellidos guanches, la elaboración del gofio, la cerámica, las danzas, la ganadería, el salto del pastor, la lucha, el juego del palo, etc. solían ser invisibles en la documentación escrita cotidiana. Una cultura y modos de vida transmitidos oralmente de generación en generación que se encontraban muy vivos y arraigados. 

Sabin Berthelot en su juventud.

Descripción de la cultura popular de Berthelot 

(Año 1842. Páginas 263-264)

Es en Candelaria, en Fasnia, y en las otras partes de la banda meridional de Tenerife, subiendo desde Güimar hasta Chasna, que se encuentra aún hoy, entre los pueblerinos, la mayoría de las costumbres descritas por Fray Alonso. Algunas expresiones del antiguo lenguaje que no han podido perderse y que se emplea generalmente en todas las islas, los apellidos guanches de los cuales ciertas familias se glorifican, las danzas populares, el grito de júbilo, la manera de procurar el fuego, de traer las cabras, de preparar la manteca y el queso, de moler el grano, todo eso ha subsistido siempre después de trescientos cincuenta años de una dominación extranjera.

Vista del Valle de Güimar y Gran Canaria al fondo en la obra de Berthelot

Las (islas) Canarias no son más ahora de lo que fueron en otro tiempo bajo el gobierno paternal de los príncipes indígenas, sin embargo, en medio de progresos de todo género, de los perfeccionamientos de la industria, y del seno mismo de esta civilización que ha modelado el país a las prácticas europeas, las antiguas costumbres lo atraviesan todavía, la innovación les ha dado respeto, y la invariable costumbre les ha perpetuado de época en época como una tradición de los tiempos pasados. 

El habitante del campo, el pastor, el labrador, todo este pueblo de tradiciones campestres, siempre fiel a sus costumbres, continua la vida de otro tiempo: tuesta la cebada, la muele por sí mismo entre las dos piedras ancestrales colocadas en su humilde rincón, y prefiere al pan del rico el gofio de sus ancestros. 

Detalle de un niño moliendo grano con el molino de mano en la obra de Berthelot.

La manteca de cabra se confecciona en Chasna y en casi todos los distritos del sur de Tenerife, según el antiguo procedimiento: siempre es la leche dentro de un odre colgado, que dos personas, colocadas a distancia, balancean enviando de una a la otra. Los recipientes que se fabrican en Candelaria no han variado ni de forma ni de nombre; estos son todavía los antiguos gánigos indígenas. 

La pesca con antorcha, que se hacía de noche a lo largo de la costa, se opera ahora a bordo de los barcos; y sin embargo son aún los pescadores de costa quienes, al ejemplo de los guanches, recorren a las mismas horas las rocas del litoral con antorchas encendidas para capturar los cangrejos que atrae la luz y los peces que se aproximan del borde del agua. La pesca con tabaiba siempre se ha usadoo, y la planta que sirve para envenenar los charcos conserva su antiguo nombre. 

Una parte de la población habita aún en cuevas, cuyas estancias están siempre cerradas por mamparas de caña. El pastor se destaca aún en el tiro de la piedra; el imita la manera de silbar de los antiguos cabreros, ama sus rebaños autóctonos cuya raza valora; intrépido, infatigable y no menos ágil que sus predecesores, captura las cabras a la carrera, utiliza la larga lanza y se desliza sobre este maravilloso soporte para lanzarse desde lo alto de la montaña y cruzar con un aplomo asombroso los precipicios más peligrosos. 

Casa cuevas en el sur de Tenerife en una ilustración de Berthelot.

Muestra su alegría con una especie de risa indefinible que recuerda a esos alaridos de los Guanches, de los que hablan los autores canarios. Las cunas y guirnaldas de follaje, el verdor y las flores que cubren el suelo durante los regocijos públicos, la costumbre de arrojar grano a la cara de los recién casados, todo esto parece imitado de los indígenas. Las luchas son aún como las que fueron en otros tiempos; ahora son el cura y el alcalde quienes los presiden e interponen su autoridad para poner fin a las disputas, como antes lo hacían los Faycanes y los Guayres. 

El traje siguió siendo el mismo en forma; la manta, o manta de lana plisada alrededor del cuello, reemplazó en Tenerife al tamarco de los guanches; la blusa larga a rayas y el abrigo canario son variantes del manto de piel descrito por los historiadores de la conquista; las medias sin pies reemplazan a las hiurmas, y los zapatos de cuero crudo atados al tobillo son representantes de las antiguas sandalias (xercos). Hay, sin embargo, ciertas partes del traje que hay que clasificar entre las innovaciones: por ejemplo, la gorra con visera del pueblo llano, en Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria, parece inspirada en las armaduras de los soldados de Béthencourt; el chaleco plastronado es una imitación del peto, y los calzoncillos anchos de lona fueron sin duda tomados prestados de los norteafricanos, durante las invasiones a África, bajo los Herrera y los Saavedra.

Detalle de campesinos de Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote según Berthelot.

Así encontramos hoy, en Canarias, el porte, el aspecto, las costumbres y la moral de los guanches. Ya no tiene sus creencias, han olvidado su lengua de la que sólo ha conservado unas pocas palabras, pero todavía es limitado en su vestimenta, conserva sus hábitos y sus maneras. Manso, considerado y gentil, es como él humilde, insinuante y astuto, pasando de la alegría más expansiva a la tristeza más concentrada; atrevido hasta la temeridad ante el peligro más inminente, o desconfiado y temeroso por nimiedades; amigo del juego, del canto y del baile, apasionado de todos los ejercicios gimnásticos, se adapta a los trabajos más duros y siempre incansable; serio en su compostura, sencillo en sus gustos, portentoso y reservado en sus palabras, así es el paisano canario, viviendo en el caserío, aislado en su cueva o encerrado en la montaña. 

En honor a estos bravos isleños, digamos que el cuchillo ¿andaluz? que suelen llevar los campesinos canarios al cinturón, de poco les sirve más que para cortar cuerdas, el apuñalamiento es desconocido para los isleños, y el palo es la única arma a la que recurren para dirimir sus rencillas. 

Campesina canaria según Berthelot.

Pero examinemos también las acciones de este pueblo cuya fisonomía, costumbres y discursos nos revelan su antiguo origen. La más franca hospitalidad, la veneración por la vejez, el respeto filial y el amor a los seres queridos son virtudes hereditarias que los guanches han legado a sus sobrinos. Hemos visto, en las cabañas más miserables, a pobres cabreros compartiendo su gofio y sus productos lácteos con el extranjero y pidiendo a cambio sólo su bendición para sus hijos. En cuanto el Isleño ve venir a su viejo padre, se detiene a esperarlo, se baja de la mula y se arrodilla para besarle la mano. Estos son los descendientes de estos bárbaros que estaban tan llenos de virtudes naturales y de honesta sencillez, como dijo ingenuamente uno de nuestros viejos cronistas.


  • REFERENCIAS:
  • Berthelot, Sabin, y Philip Barker-Webb. 1842. Histoire Naturelle des Iles Canaries. Tome premier. Première partie. Contenant l’Ethnographie et les Annales de la Conquête. París: Bèthune [3 tomos, 8 vols.].
  • Le Brun, Nathalie. 2016. Un francés entre guanches. Sabino Berthelot y las Islas Canarias. Le Canarien Ediciones.

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